Los caballos son reflejo en su comportamiento de las personas que entran en contacto con ellos. Yegua y amazona se encuentran en un íntimo paisaje ecuestre que proporciona un juego a tres bandas. En él se plasman sentimientos, experiencias y sensaciones, pero, sobre todo, una forma de ver y vivir el mundo, en un acto introspectivo de mirarse al espejo a través del caballo, tomando consciencia de domesticación y libertad ilusoria en la que nos encontramos todos sin excepción. Un ejercicio que, para quien se presta a él, resulta una muestra pura de quien es y de cómo se relaciona con el entorno.