Todo comienza siendo parte de una nueva cuidad, la estimulación de querer sentirse en “territorio” llevó a dialogar el yo con el entorno.
Las primeras imágenes representaban una mimetización con la arquitectura y/o una representación de esta.
Pero luego el cuerpo empezó a hacerse más presente dialogando con los espacios y volviéndose mas confuso a través de la posición del cuerpo, su rigidez y su presencia.
Es entonces cuando nace una ambigüedad entre ser parte del espacio y no serlo, entre la identidad y la no identidad de un volumen (un cuerpo) en el espacio.
Se transforma el cuerpo en mensaje y el espacio en un lugar de expresión y apropiación. Se construye un dialogo que representa un trabajo desde el interior, desde el propio yo, donde la experiencia es: estar y ser parte.
El cuerpo esta en un constante acto de identidad con el espacio que requiere acción e experimentación.
Durante la experimentación se requiere una búsqueda de determinación poniendo en juego los límites del cuerpo y sus percepciones.
La constante admiración hacia el cuerpo como mero objeto que trasciende de su apariencia para convertirlo en un medio de representación espacial se yuxtaponen componiendo las imágenes, donde el cuerpo es un elemento en el espacio, ese núcleo que conforma el yo que es determinado por la forma, material y la estructura espacial.
Nace un segundo dialogo donde no importa el contenedor, importa la reacción del cuerpo en el contenerlo.
“Lo que rasciende toda composición existente en las imágenes está en el proceso del acto, la experimentación”.

 

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